Para que un rey pueda meditar tranquilamente ha de contar con un espacio dedicado a la tranquilidad, a la espiritualidad y al retiro. Junto a un Monasterio, el de los Jerónimos, un terrenillo de 145 Ha, regalo de Fernán Nuñez, donde construir un palacio, allá por 1630, “para alivio y recreación” de su majestad, de eso se encargaría el Conde-Duque de Olivares para satisfacer a Felipe IV. Un lugar donde estrenar obras de Calderón o Lope escritas para el rey, con su colección de animales salvajes, su pajarera y esas cositas.
En el XVIII se le dio mayor aprovechamiento, un observatorio astronómico, y la real fábrica de Porcelanas de la que ya os hablé.

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La idea parece que era de Carlos III, eso de la ilustración, pero tendría que ser en tiempos del pocas luces de su hijo Carlos IV, cuanto tal día como hoy de 1767 se permitió el acceso público al parque del Retiro limitado a unas zonas, y siempre y cuando los visitantes cumplieran con determinadas normas de etiqueta en su vestimenta. Habría que esperar un siglo más, al final del reinado de Isabel II para que se permitiera la navegación en el estanque grande al pueblo de Madriz.
JMDC 12 de mayo de 2020
Fuentes: