¿Qué tal el paseito? A alguna hasta le ha dejado agujetas, y es que esto de salir del confinamiento hay que hacerlo poco a poco.
Pasear en los primero días de mayo es agradable, y paseaba por Madriz tal día como hoy de 1847 Ángel La Riva y Berroando, según su declaración, había alquilado la berlina al medio día, tras despachar varios asuntos, acudió a un galería de tiro de la calle Delicias a practicar, y volviendo a casa notó que le venía uno se sus ataques epilépticos, que le impedían hablar o moverse, y alteraban su conciencia por lo que pidió al cochero que detuviera el carruaje, más o menos entre la parada de diligencias y la casa de aduanas.
Del paseo volvía a las 8 y media de la tarde la reina Isabel II con su tío, Francisco de Paula y su prima Josefa, se dirigían hacia la Puerta del Sol, en coche descubierto, a la altura del número 13 de la calle de Alcalá se escucharon lo que se inicialmente se pensó que eran dos petardos con los que los niños suelen jugar (no solo en Valencia, aquí en Madriz también hay malas costumbres), pero la reina comentó al alférez de la guardia que había sentido cruzar dos balas delante de su cara.
Las primeras informaciones en los periódicos sobre el posible intento de atentado aparecen el sábado 8 de mayo, día en que Ángel y su mujer tenían previsto viajar a Galicia con el fin de que Juana mejorara de sus tisis, llevaban casados desde enero, desde entonces él acudía menos a la redacción de El Clamor, para dedicarse al cuidado de su mujer y de sus negocios. Todos los periódicos coinciden en poner en duda que la Riva pudiera haber intentado un regicidio aquel hombre “de reputación de hombre honrado muy servicial , de carácter dulce y afable, y de unas maneras sumamente finas y esmeradas que revelaban lo distinguido de su educación”. Pero el caso es que la investigación policial encontró en la zona restos de un petardo, pero también un desconchón en una pared y a dos turistas ingleses (Mr y Mrs. Rolland) que afirmaron haber visto a un hombre disparar desde un coche, el resto de los presenten en la zona, los guardias de la aduana, los comerciantes, los lacayos, cochero y palafreneros de la reina, el cochero de la berlina de alquiler, ninguno pudo distinguir si las dos detonaciones habían sido diferentes a los habituales petardos infantiles, aunque avanzado el atestado algunos tenían claro no ya que se trataran de disparos, sino que por el sonido eran capaces de distinguir el tipo de arma. Siguiendo la pista del carruaje detenido en el momento de lo hechos, se interrogó al encargado del garaje, que afirmó haber encontrado un polvo ceniciento en los cristales que él había limpiado la noche anterior, Así que a la dirección en la que el cochero dejó a su cliente (cuidado con los taxistas que son unos chotas), y en el registro efectuado en Concepción Gerónima nº 13 se encontraron dos pequeñas pistolas con signos de haber sido disparadas recientemente, así como unos billetes de tren para viajar a Galicia, puesto a disposición del juez del distrito de Río (¡coño, si el juez predeterminado era el del distrito de Barquillo!, quizás algo no se estaba haciendo bien), fue mandado a prisión.
Pese a que su abogado denunció irregularidades en el procedimiento (el juez de Barquillo se hizo cargo al final del juicio por enfermedad del de Rio, pero sin anular lo instruido), se desestimó la recusación basandose en un reglamento que llevaba derogado once años, al gallego de la Riva le condenaron a muerte en marzo de 1948, luego se la conmutaron por veinte años de prisión, ésta por seis años de destierro fuera de Madriz, y finalmente indultado por Narváez.
La esposa de Ángel había muerto durante su prisión preventiva, así que en lugar de volver a su Galicia, se marchó a Italia e ingresó en un monasterio, lo último que se sabe de él es que en 1863 se marchó de misionero a Siria.
JMDC, 4 de mayo de 2020.
Fuentes:
La Esperanza, 8/5/1847
El espectador, 9/5/1847
El Heraldo 2/7/1947, muy convencido de la culpabilidad de Ángel de la Riva.