
Las pasiones dan forma a nuestras vidas. Sin la pasión difícilmente podemos pretender alcanzar la perfección, ya sea en nuestro trabajo o en cualquier otra acción que deseemos emprender. Y como decía Confucio, si eliges un trabajo que te apasiona, no tendrás que trabajar ningún día de tu vida…..
Pero si ya es difícil vivir de lo que amas, aún más lo es poseer además los talentos adecuados para alcanzar la perfección en la actividad a la que dedicas tu vida; la perseverancia es muy importante, sin duda, pero solo algunos tocados por la fortuna pueden aspirar a crear un cielo en la tierra. Miguel Ángel fue uno de ellos.
En todo caso, los genios lo tienen claro: “Tocar una nota equivocada es insignificante, tocar sin pasión es inexcusable”, decía Beethoven.
Su padre le obligó a estudiar gramática en Florencia, pero él quería ser artista. Cada vez que se lo manifestaba mantenían fuertes discusiones, ya que su progenitor opinaba que era no solo un oficio con escaso reconocimiento social sino también poco digno del prestigio de su linaje. Pero consiguió convencerle; para él, su pasión artística procedía de la influencia de la que fue su nodriza, la mujer de un picapedrero, de la que decía que con su leche había mamado «las escarpas y los martillos con los cuales después he esculpido mis figuras«
Sus colegas contemporáneos le apodaron «El Divino» porque triunfaba en cualquier arte que practicara, dotando a toda su obra de un gran perfeccionismo, aunque él decía que lo que más le apasionaba era la escultura, y que la pintura le fue «impuesta» por el Papa Julio II, responsable de que pintara los frescos de la «Capilla Sixtina», en el Palacio del Vaticano.
Era soberbio, solitario y siempre en lucha y cabreado contra el mundo. Pasional como era, su genio era terrible, como lo atestiguan sus broncas con el mencionado Julio II, quien, cada vez que le preguntaba a pie de andamio durante las obras en la Capilla Síxtina: «¡Cuando terminareis?!!, siempre le respondía: ¡Cuando termine!!! -.
Hubo dos hechos que marcaron su vida: la rotura de su nariz en una reyerta con un condiscípulo, que le destrozo el rostro – para alguien como él, admirador de la belleza clásica y perfeccionista como era, todo un drama-; y la súbita muerte de Lorenzo el Magnifico, su mecenas y mentor.
Con Lorenzo su relación siempre fue muy especial desde que se conocieron. Acerca de esto, se cuenta que un día «el magnifico» se encontraba paseando por el florentino jardín de San Marcos cuando observó como un aprendiz adolescente estaba esculpiendo una soberbia cabeza de fauno; sin embargo, al acercarse se percató de que la dentadura era demasiado perfecta y regular para pertenecer a semejante criatura mitológica, y así se lo hizo notar al muchacho, el cual, en un momento y provisto de un martillo y un cincel, rompió los dientes y perforó la encía para que pareciera que le habían extraído un diente con toda la raíz.

Al pasar de nuevo frente a la estatua Lorenzo quedó tan impresionado por la habilidad y disposición del aprendiz que lo alojó en su casa como a un hijo, lo que le permitió acceder y formarse en la academia de arte que fundó en dicho lugar

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En correspondencia, Miguel Ángel supo captar su esencia en el sepulcro de su mecenas, fallecido en 1519, sentado en meditabundo silencio y con el brazo retorcido en espiral. El artista supo resaltar el valor de la introspección del Pensamiento, exaltando la vida contemplativa, en contraste con la actitud gallarda y activa de su hermano Juliano, que reposa en la tumba adyacente.
En otra ocasión, cuando le preguntaron por qué había representado tan joven a la Virgen – en «La Piedad» -, contestó: « Las personas enamoradas de Dios no envejecen nunca». En esta obra, la segunda que hizo en su carrera como escultor, Miguel Ángel nos mostró todo su genio, pese que apenas tenía 24 años. Para su realización utilizó un solo bloque de mármol blanco extraído de las montañas de Carrara, en la región de Toscana, adonde solía acudir en persona para seleccionar las vetas más apropiadas para dar vida a sus creaciones.
Al admirar su belleza, no podemos dejar de preguntarnos el por qué de la ausencia de emociones y dolor en los rostros tanto de la madre como del hijo. Mucho se ha hablado sobre esta obra.
Un día Miguel Ángel se acercó al lugar en el que había sido colocada «La Piedad» ,ya finalizada, y encontró a unos visitantes de origen lombardo contemplándola. Uno de ellos preguntó por el autor y otro le respondió: «Nuestro Gobbo, de Milán». Después de esto, el artista accedió una noche a aquel lugar y esculpió su nombre en la obra, y además lo hizo en un lugar preminente: el pecho de la Virgen María. El texto exacto que grabó fue: «MICHAELACELUS BONAROTUS FLOREN FACIEBA», o lo que es lo mismo: «Miguel Ángel Buonarroti, el florentino, lo hizo».Fue la única obra que firmó en su vida….
No seríamos justos con él si no hacemos una referencia a su más célebre obra, su famoso «David», en cuyo rostro se refleja la determinación y desafío del legendario rey judío en el momento previo a su enfrentamiento con Goliath.

La polémica acompaño mucho tiempo a esta escultura por el reducido tamaño del pene, así como por la incoherencia de no estar circuncidado, pese a la condición semita del personaje. Ambas cuestiones tienen su explicación, ya que desde la época clásica griega hasta el Renacimiento, un pene pequeño y relajado simbolizaba la virtud, la superioridad espiritual, el control sobre los impulsos, la moderación y el equilibrio. El que no estuviera circuncidado no hace más que confirmar que en la concepción del arte renacentista primaba el ideal estético frente a las connotaciones religiosas.
Miguel Ángel fue el ejemplo de un artista total, que vivió con pasión tanto su vida como su trabajo. Su condición de homosexual no hizo más que agravar su sufrimiento, pero precisamente por ello, porque el dolor bien encauzado puede ser fuente de creatividad, sus obras reflejan esa profunda humanidad, desvelándonos los reductos mas insondables del espíritu humano con toda la crueldad y belleza que esconden.

Y que mejor prueba de su espíritu atormentado que su decisión de reflejar su propio rostro en la piel desollada que muestra como prueba de su martirio el mismo San Bartolome, en el techo de la Capilla sixtina….
El epitafio que le dedico a un joven amigo muerto valdría para el mismo:
«Por siempre de la muerte soy, y vuestro solo una hora he sido; con deleite traje belleza, mas dejé tal llanto que valierame más no haber nacido«
Fuentes
https://www.jmhdezhdez.com/2013/02/frases-miguel-angel-buonarroti-citas.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_%C3%81ngel#Las_tumbas_de_los_M%C3%A9dii
https://es.wikipedia.org/wiki/David_(Miguel_%C3%81ngel)
https://www.lavanguardia.com/cultura/20160521/401951914747/estatuas-griegas-pene-pequeno.html