
Siempre he mantenido que la mejor inversión que uno puede hacer en la vida es en la educación de sus hijos – si los tiene, obviamente-.
La educación lo es todo en la vida.Gracias a ella respetamos a los demas y, haciéndolo, nos respetamos a nosotros mismos. Con la educación siempre podemos llegar más lejos en todo aquello que emprendamos, y nos permite controlar nuestros impulsos y pasiones mas inconfesables.
Hay una historieta, quizás apócrifa – aunque por si acaso recojo la fuente (*) -, que me conmovió profundamente al escucharla, y que a mi juicio resume en pocas palabras el inmenso valor de la buena educación, la de verdad. También nos enseña otras dos cosas muy importantes: que no hay cosa mas instructiva que un buen ejemplo, y que ser un buen profesor exige mucho de uno mismo y a la vez es un medio muy adecuado para mejorar día a día como persona.

La historieta hacía referencia a un joven que se acercó a un anciano y le preguntó si le conocía, a lo que éste le respondió que no. Entonces el joven le explicó que había sido su alumno y que ahora se dedicaba a la enseñanza. “Y eso por qué”, le espetó el anciano. “Decidí ser profesor porque usted me inspiró a ser como usted”, le contesto el joven.
Cuando el anciano le preguntó en qué momento decidió ser profesor el joven le recordó una experiencia que había tenido en su etapa de formación:
“Un día, un estudiante amigo mío llegó a clase luciendo un precioso reloj en su muñeca. Tanto me gustó que se lo robé, sacándoselo de su bolsillo.»
Poco después, mi amigo se percató del robo y de inmediato se quejó a usted, que era nuestro Profesor. Entonces, usted se dirigió a la clase:
«El reloj de su compañero ha sido robado durante la clase de hoy. El que lo robó, que haga el favor de devolverlo.«
Yo hice caso omiso de su llamada no solo por la vergüenza de tener que reconocer el delito ante mis compañeros, sino también porque realmente ansiaba quedarme con el reloj.
Ante la ausencia de respuesta usted cerró la puerta del aula y nos dijo a todos que nos pusiéramos de pie y que iría uno por uno buscando en nuestros bolsillos hasta encontrar el reloj. Pero nos advirtió también que solo lo haría si todos nosotros manteníamos cerrados los ojos mientras usted realizaba la búsqueda.
Así lo hicimos, y usted fue buscando de bolsillo en bolsillo. Cuando llegó al mío encontró el reloj y lo tomó. Sin embargo continuó buscando en los bolsillos de los demás y, cuando terminó, dijo: «Abran los ojos. Ya tenemos el reloj».
Ese día usted no solo salvó mi dignidad. Fue el día más vergonzoso de mi vida, pero también fue el día que la cambió, convirtiéndome en lo que ahora soy. Porque usted no me dijo nada, y nunca mencionó el episodio. Tampoco le dijo nunca a nadie quién fue el que había robado el reloj, y aunque no me regañó ni me llamó la atención para darme una lección moral, yo recibí el mensaje claramente, y gracias a usted entendí que esto es lo que debe hacer un verdadero educador.
¿Se acuerda de ese episodio, Profesor?, le inquirió con ilusión el joven
Y el Profesor le respondió:
«Si. Yo recuerdo la situación, el reloj robado, que lo busqué en los bolsillos de todos los alumnos…… pero no te recordaba, porque yo también cerré los ojos mientras buscaba.»

Fuentes
relato: Esteban Domínguez, Escritor en Quora.
Muy edificante y ejemplificadora la anécdota. La conocía, pero sirva como metáfora de lo importante que es una buena eduación, impartida con respeto y amor
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