DE GAULLE: LE DERNIER DES GÉANTS

Charles Andre Joseph Marie De Gaulle, 1940

Charles André Joseph Marie De Gaulle

Resulta difícil de asumir, pero ciertamente la historia ha demostrado una y otra vez la importancia que en política adquieren los caracteres personales de aquellos llamados a desempeñar un rol histórico; aquellos mortales que a consecuencia de sus actos, de sus méritos y/o de la fortuna, de los acontecimientos y circunstancias en las que les tocó vivir, del «destino» y hasta de la confianza que depositaron en el ejercicio de sus pasiones, alcanzan una posición de poder y responsabilidad en el gobierno de las naciones.

            En el siglo XX tenemos algunos ejemplos de estos personajes cuyas acciones y pensamientos constituyeron un brillo en la oscuridad, y marcaron de un modo u otro el devenir del mundo que les tocó vivir

            La personalidad en el ejercicio del poder, el carisma, incluso el «carácter» de los individuos llamados a adoptar decisiones en nombre de miles o incluso millones de personas, define las consecuencias de sus actos y, en ocasiones, tiene su eco en la eternidad.

            Antes de entrar en materia y sin ánimo de menoscabar el peso que este país tenía en el siglo XX, resulta evidente y necesario resaltar que ya desde la caída de Napoleón – el grande -, y sobre todo a partir de su derrota en Sedan, en la guerra franco prusiana de 1870, Francia había dejado de ser aquello que en su día fue.

Y por fin en la segunda guerra mundial «la debacle». Francia no se mereció aquello, y tuvo que capear el temporal. Ahí es donde apareció uno de esos hombres que surgen muy de vez en cuando en la historia; figuras dotadas de una personalidad que trasciende a sus circunstancias y otorga a sus acciones una repercusión que acrecienta sin medida su leyenda: Charles de Gaulle. De hecho, ningún estadista europeo del último siglo disfruta de una reputación tan eminente en su tierra natal como Charles de Gaulle

            Con todo, aún aguanto el tipo hasta la primera guerra mundial; después, el ocaso.

Kiss

            El general, Subsecretario de Estado en el Ministerio Defensa del gobierno de Paul Reynaud al comienzo de la guerra, dirigió desde Inglaterra la resistencia francesa contra la Alemania nazi durante la guerra y presidió el Gobierno Provisional de la República Francesa de 1944 a 1946. Su férrea voluntad cuando todo parecía perdido, su porte y sus «maneras», su peculiar personalidad, todo hacía de él un símbolo de la perdida «grandeur» de la Francia eterna. Churchill, con ocasión de una reunión celebrada con él él el 12 de junio de 1940, lo definió así:

« Era un hombre de aspecto extraño, enormemente alto; sentado a la mesa dominaba a todos los demás por la estatura, de la misma manera que lo había hecho al entrar en la sala. Sin barbilla, con una larga y caída nariz elefantina, que se destacaba sobre un bigote muy cortado, una sombra nada más encima de una boca pequeña, cuyos gruesos labios tendían a echarse hacia fuera, como si fuesen a hacer un puchero, antes de hablar. Una frente altamente inclinada hacia atrás y una cabeza puntiaguda, coronada por un pelo negro y ralo aplastado y cuidadosamente peinado, con raya a un lado. Había mucha astucia en los ojos debajo de unos párpados abultados. Cuando estaba a punto de hablar, oscilaba la cabeza levemente, como un péndulo, mientras andaba en busca de palabras. Recordé al instante y comprendí bien el apodo de «el Condestable» que Pétain dijo que se le había dado en (la academia militar de) St. Cyr.”

“Era fácil el imaginar aquella cabeza encima de una gorguera, aquella cara secreta en la Cámara de los Consejos de Catalina de Médicis. Aquella tarde ofrecía el aire de la confianza y la seguridad en sí mismo que le hacía sumamente atractivo”

livreshebdo.fr . Con estas características parecía claro que no era un hombre corriente o habitual; su porte, personalidad y seguridad en si mismo le hacían destacar entre los demás.

Churchill conservaba en cada una de sus casas un busto de Napoleón y sus intercambios con De Gaulle siempre fueron en francés». Cuando finalmente se conocieron, Europa había vuelto a desgarrarse, Hitler visitaba París y Churchill, mientras estrechaba la mano de aquel espigado oficial francés, tuvo que admitir que lo que quedaba de la Francia oficial dormía en Londres. Dicen que De Gaulle giró la cabeza, miró a su improvisado cortejo y sentenció: «Somos Francia»           

Tanto Churchill como Roosevelt no le tenían ninguna simpatía. Este último le llamaba «la Novia». “No ha luchado desde que abandonó Francia.” “Debo advertirles solemnemente sobre una severa situación que se está desarrollando”, advertía Churchill en sus telegramas, en los que explicaba que quería eliminar como fuerza política al arrogante y obstinado francés. De haberse salido con la suya, el premier británico podría haber transformado la historia de la posguerra europea, no necesariamente para mejor.

            Cuando el desembarco de Normandía debe recordarse que tampoco entonces hubo mucha coordinación entre los occidentales. Mientras los Estados Mayores se afanaban en solucionar problemas, Charles de Gaulle, el fundador y líder de la Francia Libre, se empeñó en que sus fuerzas encabezaran el desembarco. Tanto insistió a Churchill que éste recurrió a Roosevelt. El presidente norteamericano fue claro al respecto: «La única Francia que yo conozco lleva colaborando con los nazis desde 1940«.

            A su juicio, De Gaulle era un tipo arrogante y megalómano, convencido de ser el jefe de todos los ejércitos del bando aliado, obviando el hecho de que su país fue el primero en ser derrotado.

            De Gaulle no perdonó jamás el rechazo a su petición, pese a que se le permitiera encabezar la entrada victoriosa en París, o que, gracias a que Churchill no quisiera vérselas a solas con Stalin en aquella Europa destruida y dividida, le consiguiera una plaza en la mesa de los vencedores en la capitulación alemana, un trocito en la ocupación de Alemania y un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU

            Con todo y aunque Churchill se las tuvo tiesas en muchas ocasiones con De Gaulle, de alguna manera superaron sus diferencias en aras del bien común. El genial “Premier” solía decir: Todos llevamos nuestra cruz. A mí me ha tocado llevar la Cruz de Lorena” (el emblema histórico de la Casa de Anjou que fue elegido por De Gaulle como insignia de la Francia Libre)

En otra ocasión, cansado de sus continuos enfrentamientos, Churchill propuso una original forma de deshacerse del molesto líder francés: “Tengo un plan. A partir de ahora no le suban la botella de leche a su habitación, inutilicen el ascensor, y ya verán cómo la Francia Libre nos presenta la rendición en menos de una semana”. jajajajaja!!!”

Charles De Gaulle Watching Parade

«Yo pierdo los papeles cuando tengo razón y él lo hace cuando se equivoca; discutíamos la mayor parte del tiempo», llegó a reconocer un púdico De Gaulle, reacio a abundar sobre las tiranteces con el inglés.

            En cuanto a la política exterior de sus gobiernos, si no se llevaba bien con americanos y británicos cuando combatían juntos contra Hitler, tampoco congenió con ellos después. En 1966 desmanteló las bases de la OTAN en Francia y las estructuras militares de esa organización: su nacionalismo le hacía rechazar la subordinación francesa a autoridades extranjeras. También se opuso a la intervención estadounidense en Vietnam y vetó dos veces la entrada de Gran Bretaña en la Comunidad Económica Europea.

            Son bien conocidas las palabras con que Charles de Gaulle comienza sus Memorias: “Me he hecho siempre cierta idea de Francia”. La historia de su país le impresionaba tanto que su mayor sueño era prestarle algún día “señalados servicios”.

Con su hija Ana. De Gaulle tuvo tres hijos, Philippe, Elizabeth y Ana, que nació con síndrome de Down y falleció a los 20 años. FOTO: GETTY IMAGES

            De Gaulle fue un hombre de su tiempo al que le tocó en suerte lidiar en una etapa difícil para Francia y el mundo en general. Pero su personalidad, unido a su talento para servirse de la comunicación como arma de persuasión – en lo que como político de primer nivel fue pionero -le permitió mantener a la derrotada Francia entre las potencias victoriosas de la IIGM.   

            Al igual que Napoleón, el otro gran hombre de la historia de Francia, De Gaulle supo aprovechar las circunstancias históricas para auparse al poder y salvar la dignidad de la nación. Bonaparte salvo a Francia del caos revolucionario, imponiendo el orden tras el terror impuesto por Robespierre y su posterior caída el 9 de Thermidor  – 27 de julio de 1794 -.De Gaulle mantuvo el espíritu de lucha de la Francia libre tras su derrota y humillante rendición ante la Alemania nazi por parte del régimen colaboracionista de Vichy.

            La fe y la auto convicción en las propias cualidades mueve montañas, y en eso, unido a un amor apasionado por su país, Charles  de Gaulle era un maestro. Valga su ejemplo como muestra de que con voluntad, determinación y confianza ciega en si mismo casi todo es posible.

FUENTES.

EDWARD ASHCROFT: De Gaulle. Londres, Odhams Press Limited, 1962,

Julian Jackson, A Certain Idea of France: The Life of Charles de Gaulle, Londres, Allen Lane, 2018, 928 pp.
LA EXCEPCIÓN FRANCESA
Grey Anderson

https://theconversation.com/la-grandeza-y-el-fracaso-de-gaulle-y-la-politica-149401

https://www.lavanguardia.com/cultura/20150521/54431770918/churchill-y-de-gaulle-se-dan-la-mano-en-paris.html

https://www.abc.es/segunda-guerra-mundial/noticias/curiosidades/20141230/abci-churchill-degaulle-versus-201412300651.html

Publicado por quecocominges

Abogado aficionado a la historia - la escrita con mayúsculas y también la de andar por casa o intrahistoria, que diría Unamuno-.

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